Se puede reconocer en Borges bastante más que su celebrada literatura, del todo original y deslumbrante. Así como
Rainer Maria Rilke dio en un novelista ruso (Lev Tolstoi) y un escultor francés (Auguste Rodin) con tan preciados
maestros, el lector contemporáneo puede acertar ahora en aquel iluminado bibliotecario ciego de Buenos Aires.
Georges Grappe, autor del estudio preliminar a las Cartas a Rodin, advirtió que el poeta checo quedó maravillado
no sólo por los mármoles y bronces del gran escultor parisino, sino que hallaba en él “… más allá de la forma, una
disciplina: toda una filosofía capaz de enseñar a vivir”. Eso mismo quisiera poder transmitir con este encuentro: el
espíritu de un hombre cabal, con sus muchas luces –y también sus sombras- que subyace fecundando la obra.